Cinco cazadores hambrientos partieron a cazar un ganso. Uno era ciego, el otro cojo, el tercero sordo, el cuarto estaba desnudo y el quinto tenía una carabina sin cañones ni gatillo.
Entre arbustos que no habían crecido, buscaban un ave que aún no había nacido.
Marcharon y marcharon, por montes, valles y desiertos, atrevezando cimas y abismos. Cuando miraron hacia atrás para ver el camino recorrido, se dieron cuenta de que sólo habían avanzado diez centímetros.
El sordo dijo:
– ¡Atención, oigo el aletear de un pájaro!
El ciego se puso una mano en visera y dijo:
– ¡Veo venir un ganso!
El que tenía una carabina sin cañones ni gatillo disparó y mató al pájaro. El cojo lo fue a buscar. El desnudo guardó el cadáver en uno de sus bolsillos.
Al borde de un lago sin agua ni orillas, comezaron a fabricar una fogata con ramas de los arbustos que no habían aún brotado. Pusieron el ave en una olla sin fondo y comenzaron a cocerla en un agua que no era húmeda sobre un fuego que no alumbraba. Pero el ganso estiró el cuello y no se dejó cocer. Miraba al cielo nada más y dejaba pasar los días. Cuando se lo quisieron comer vieron que tenía la carne más dura que sus huesos. A pesar de todo, lo devoraron, pero eso no les llenó el vientre. Los cinco cazadores no sonrieron ni tuvieron placer.
Es decir que,aquello de lo que nos damos cuenta es solamente una mínima parte de lo que en verdad sucede.
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