Cuenta la historia, que lo único que cierto maestro sufí dejó en herencia a sus cinco discípulos fue una hermosa alfombra de oración cuadrada.
Cuando hubo pasado el duelo por la muerte de su maestro, los discípulos decidieron separarse. Cada uno quería quedarse con una parte de la alfombra como recuerdo, pero no sabían cómo dividirla.
Discutieron durante largo tiempo para encontrar la solución. No les gustaba la idea de partirla en cinco bandas. Ellos preferían dividirla en cinco pedazos cuadrados ya que de esa forma podrían honrar mejor las enseñanzas de su maestro. Sin embargo, a ninguno de ellos se le ocurrió una solución aceptable, de modo que continuaron juntos, y juntos siguieron orando ante la alfombra.
Es decir que, el legado que deja este maestro no fue material (la alfombra), sino dio la inteligencia para pensar que la mejor solución era seguir rezando juntos (algo que quería el maestro).
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