A veces, la vida duele… y a veces sacude tan fuerte que parece difícil volver a levantarse. Y es que cuando vivimos un suceso doloroso somos de alguna manera empujados a intensos procesos emocionales. Unos procesos en los que hemos entrado por la propia inercia de la realidad, pero para los que, si queremos salir de ellos, vamos a necesitar mucha fuerza. De otra forma, será la amargura y el dolor los que nos consuman.
En el sendero del dolor también se observa que del caos siempre emerge un nuevo orden. Un nuevo orden que lleva integrado un aprendizaje y una experiencia para seguir avanzando. Cada vez con más ligereza, cada vez con más sabiduría, cada vez con más serenidad y consciencia de que las épocas de dolor tienen el potencial de ser épocas de grandes transformaciones… y, por qué no, de grandes oportunidades.
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