Siempre es mejor hacer que no hacer, intentar que no intentar, elegir, aunque sea mal, que no elegir, el camino del aprendizaje es el error, es mejor ser responsable de lo que nos pasa, que esperar a que otro haga por nosotros.
Cuando basamos nuestra relación en la premisa de “HAZME FELIZ”, entregamos la responsabilidad de nuestra vida al otro y por ende nos alejamos de la felicidad, de una relación sana y armónica; y lo más importante, nos alejamos de la posibilidad de compartir el amor que tenemos dentro con otro ser humano.
Ni tú ni yo tenemos la capacidad de hacer a otro feliz, entonces pedir que alguien nos de la felicidad es una utopía.
Aunque no nos demos cuenta, cuando nuestra relación se cimenta en la dependencia (necesito del otro para estar bien), nuestra pareja comienza a sentir ese peso sobre sus hombros y poco a poco comienza a tener la necesidad de alejarse.Si nos damos cuenta está manera de relacionarnos está enfocada en recibir y no en dar. Recibir tiene una polaridad negativa y dar una positiva, necesitamos de las dos para estar en equilibrio; cuando funcionan correctamente hay una retroalimentación.
El principio de acción/reacción es conocido por todos: a cualquier hecho, circunstancia, opinión o estímulo, le oponemos otro, el de la reacción, generado desde las emociones, que son el gran motor a partir del que nos movilizamos. Desde allí se quiere obtener un resultado que vaya lo más en concordancia posible con lo que se anhela o se piensa.
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