Un relato de origen chino describe la vida de un campesino que era considerado muy próspero porque era dueño de un caballo que utilizaba para arar la tierra y trasladarse.
Un día un rayo rompió la entrada del corral y el animal se escapó. Los vecinos al enterarse fueron a verle apenados por la pérdida diciéndole: “qué mala suerte ha tenido vecino, de no ser por esta tormenta no habría perdido su único caballo”. El campesino simplemente dijo: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Solo son puntos de vista”.
Unos pocos días después, el animal volvió acompañado de dos caballos salvajes de las montañas. Todos los vecinos se regocijaron por su buena fortuna y fueron a felicitarlo por su buena suerte. El campesino solo dijo: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Solo son puntos de vista”
Al día siguiente, el hijo del campesino trató de montar a uno de los caballos salvajes; el animal lo tiró y el joven se quebró una pierna. Debió ser entablillado y se le indicó guardar cama por un par de meses. Naturalmente todos los vecinos ofrecieron su consuelo por la mala fortuna. Y el campesino nuevamente dijo:
“¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Solo son puntos de vista”
Una semana más tarde, los oficiales de reclutamiento llegaron al lugar para alistar a los jóvenes para el ejército ya que se había desatado una guerra en las fronteras de la China. Ellos rechazaron al hijo del campesino porque tenía la pierna fracturada. Cuando los vecinos le dijeron lo afortunado que era porque su hijo no había sido alistado, el campesino contestó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Solo son puntos de vista”
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