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Selección de Cuentos con enseñanzas

  Selección de Cuentos con enseñanzas



El niño en la playa

Se dice que había un niño en la playa. Se podía ver que estaba muy ocupado. Se agachaba, recogía algo de la arena y corría hacia el mar para tirarlo. Regresaba y repetía el gesto. Alguien que estaba observando vio que el pequeño recogía las estrellitas de mar y las arrojaba de nuevo a su hábitat natural.


Esta persona se acercó y preguntó:

– “Pequeño, ¿Qué estás haciendo?”

Y él respondió:

– “Estoy devolviendo estas estrellas de mar al agua. Mira, la marea ha bajado y si no las arrojo rápidamente al mar, podrían morir aquí, deshidratadas”.


Ese hombre miró al pequeño y le dijo:

– “Pero debe haber miles de estrellas de mar en esta situación. Nunca podrás salvarlas a todas. ¿Será que vale la pena todo ese esfuerzo?”


El pequeño miró al hombre y le dijo:

– “Para esta, valió la pena. Y para esta también. Y para más esta”.


Ese hombre, solo pudo agacharse para coger una estrella de mar y decirse a sí mismo:

– “Y para esta también”.


Rápidamente, otras personas que estaban alrededor, observando y escuchando la conversación, también tomaron la decisión de hacer lo mismo.


Esta historia es una gran lección sobre cómo hacer algo con amor y dedicación. No hay trabajo imposible, cuando ponemos todo nuestro corazón en ello. Y el amor es contagioso.

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Prueba la sopa

Se dice que cierto hombre estaba en un restaurante. Había pedido una sopa y llamó al mesero:

– “Por favor, prueba mi sopa”.

El mesero, sorprendido por la inusual petición del cliente, respondió:

– “Lo siento señor, eso no está permitido. ¿Qué le pasa a su sopa?”

El hombre insistió:

– “Nada, sólo quiero que la pruebes.”

– “¿La sopa está fría?” , preguntó el mesero.

– “Pruebe la sopa, por favor”, volvió a pedir el cliente.

– “¿Le falta sal?”, le preguntó el empleado, buscando entender que pasaba.

– “¿Cómo lo sabrás sin probar la sopa?”, Respondió el cliente.

Ante la insistencia del cliente, el mesero decidió atender su pedido:

– “Está bien señor, probaré su sopa. ¿Dónde está la cuchara?”, preguntó el mesero.

– “Pues entonces querido, yo me pregunto lo mismo”. Respondió el cliente.


Así como es difícil tomar una sopa sin cuchara, necesitamos las herramientas adecuadas para afrontar las luchas de esta vida. 

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Por interés

Se dice que cierto hombre era pobre, pero honesto y trabajador. Su nombre era Ignacio. Era soltero, vivía solo y no tenía amigos. En el trabajo, cada vez que intentaba acercarse a los “grupitos” existentes, era rechazado. Nunca fue invitado a jugar fútbol con los compañeros de la oficina o para un Happy Hour después del horario de trabajo. Intento invitar a salir a 3 mujeres, con la idea de iniciar una relación, pero parece que siempre estaban demasiado ocupadas. Por alguna razón, Ignacio no agradaba a la mayoría de las personas. Incluso sus hermanos, que vivían lejos, nunca llamaban para saber de el. Los vecinos ni siquiera le daban un “buenos días” y tampoco sabían su nombre.


Pero sucedió algo extraordinario y de la noche a la mañana, Ignácio comenzó a agradar a todos. Como por arte de magia, sus compañeros de trabajo comenzaron a invitarlo a sus salidas de Happy Hour. Todas las chicas, que antes lo habían rechazado, ahora lo llamaban, incluso insistentemente, para invitarlo a salir. También sus hermanos, no solo comenzaron a realizar frecuentes llamadas, sino que viajaban a visitarlo, con el fin de reavivar los lazos familiares. Los vecinos, que antes lo ignoraban, ahora esperaban frente al patio su llegada a casa, solo para saludarlo, siempre amables y sonrientes.


Pero, ¿Qué hizo Ignacio para una transformación tan drástica en todos los que lo rodeaban? Fue algo muy simple: Ignacio ganó la lotería.


Debemos tener cuidado con las falsas transformaciones de las personas que nos rodean. No pocas veces, el cambio de alguien no es genuino y está motivado por un interés particular.

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No te quedes con lo que no es tuyo

Se cuenta que un niño encontró 500 mil pesos en la escuela, al salir. Muchas madres estaban allí buscando a sus hijos, y una de ellas debió haber perdido el dinero.

– “Lo encontrado no es robado”, pensó el niño, quien inmediatamente guardó el dinero.

Al llegar a casa, el niño le contó a su padre lo afortunado que era.


El primer pensamiento del padre fue este:

– “Qué chico tan afortunado. Y realmente, no tenemos forma de averiguar de quién es el dinero”.


Pero ese padre se inquietó. Pensó que el dinero podría provenir de alguna madre necesitada. Pero ¿Cómo saber? Si dijera que había encontrado dinero, algún “avispado” podría aprovecharse para decir que era suyo. Aún así, pensó que lo correcto era tratar de encontrar al dueño de ese dinero. Llamó a su hijo y le dijo:

– “Hijo, tal vez deberíamos al menos tratar de encontrar al dueño del dinero. Podría ser alguien que lo necesita mucho”.

El hijo accedió y al día siguiente, el padre acompañó al pequeño a la escuela.

Fue a la dirección y dijo:

– “¿Sabes si alguien perdió algo ayer?”

El director miró a ese padre y dijo:

– “Sí, una madre perdió 500 mil pesos. Está desesperada porque el dinero era todo su mercado para la quincena”.

-“Mi hijo encontró el dinero. Todo está aquí”– respondió feliz el padre.


Todos conocemos el dicho “Lo encontrado no es robado”. Sin embargo, lo encontrado puede ser robado, cuando tenemos la posibilidad de encontrar al dueño, pero no hacemos nada para eso. A veces, encontrar al dueño puede tomar “trabajo” y quizás incluso requiera algo de estrategia, pero el hecho es que aún algo que encontré en la calle tiene un dueño y si puedo hacer algo para encontrarlo, debo hacerlo, sin dudarlo ni por un segundo.

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Tostadas quemadas

Se cuenta que cierta familia se sentó a cenar después de un largo día de trabajo. Mamá preparó huevos, ensalada y tostadas para todos. Sin embargo, las tostadas del padre de la familia se habían quemado. Y los niños estaban en la expectativa para ver la reacción de su padre ante las tostadas quemadas.


Mamá sirvió el plato de papá: dos huevos, ensalada y tostadas quemadas.

– “Lo siento, pero las tostadas están quemadas“, se disculpó.

– “Cariño, no te preocupes, me encantan las tostadas quemadas”, fue la respuesta del papá.


Una hora después, el padre estaba acostando a los niños y uno de ellos preguntó:

– “Papá, ¿realmente te gustan las tostadas quemadas?“

El padre, con una sonrisa en el rostro, respondió:

– “Hijo mío, tu mamá tuvo un largo día de trabajo y llegó cansada. Aun así, hizo todo lo posible para preparar nuestra cena. Y una tostada quemada no mata a nadie, pero las palabras duras pueden lastimar mucho”.


Mi amado, tenemos que aprender a hacer cambios. Cambiar una palabra dura por una palabra de amor. Cambiar una crítica o una queja por una palabra de incentivo y aliento.


Cuántas veces lastimamos a las personas que nos rodean por cosas totalmente sin importancia. Una tostada quemada nunca debe ser más importante que la persona que la hizo. El desorden en la casa nunca debe ser más importante que los que viven allí. La leche derramada o un vaso roto nunca debe ser motivo para lastimar a alguien con palabras de ira.

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3 Ratones

Se dice que tres ratones vivían aterrorizados por un gato, que siempre buscaba cazarlos. Pasaban los días y los ratones no conseguían comida, porque tenían miedo que el gato los soprendiera. Hasta que encontraron un sonajero, y uno de ellos tuvo una idea:

– “¿Y si ponemos este sonajero alrededor del cuello del gato? Podríamos escucharlo cuando se acerque”.

– “Esa es una gran idea”, respondió otro ratón.

– “¿Pero quién pondrá el sonajero alrededor del cuello del gato?” – preguntó el tercero.


Inmediatamente, cada uno de los ratones comenzó a poner excusas para no ser el que pusiera el sonajero alrededor del cuello del gato. Y así, siguieron pasando hambre.


La distancia entre hablar y hacer, puede ser del tamaño de una vida. Porque muchos pasan toda su vida tan solo hablando: “un día haré esto” y “un día haré aquello”. Soñamos con el “día que tengamos un negocio“, pero no hemos tomado ninguna acción para emprender.


La distancia entre hablar y hacer puede ser del tamaño de toda una vida, porque nos pasamos toda una vida hablando, hablando y hablando, pero sin tomar acción. Y hablar no cambia una situación, solo la acción trae resultados reales a nuestras vidas.

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Venimos sin nada

Se dice que un hombre era muy rico, y fue a visitar a un viejo sabio, que vivía en una casa humilde, en lo alto de una montaña. Subió la montaña y entró en la casa del anciano. Quedó impresionado con lo que vio. El sabio solo tenía una cama, una mesa y una silla. Y nada mas.


El hombre preguntó:

– “¿Cómo puedes vivir así? ¿Dónde están tus muebles?”


El sabio inmediatamente preguntó:

– “Y tus muebles, ¿Dónde están?”


El hombre miró asombrado al sabio y dijo:

– “¿Los míos? Pero solo estoy de paso por aquí…”


– “Yo también”, finalizó el sabio.


Un gran misterio de la humanidad es nuestra constante preocupación por acumular bienes y tesoros, que no nos vamos a llevar de aquí. Somos sólo pasajeros en esta vida, “extranjeros y residentes temporales“

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Ayudar al prójimo

Se dice que un ratón vio a los dueños de la finca armar una ratonera. Asustado, rápidamente corrió a decirles a todos:

– “¡Hay una ratonera en la casa, hay una ratonera en la casa!”


Entonces el pollo dijo:

– “Me imagino que esto es un gran riesgo para ti. ¡Pero para mí, no me hace daño en absoluto!”


El cordero, que también estaba allí, dijo:

– “Lo siento por ti ratón. Pero no hay nada que pueda hacer. Tal vez rece por ti”.


Pronto, la vaca, riendose, preguntó:

– “¿Y acaso estoy yo en peligro? No lo creo”.


Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y triste por la ratonera, sabiendo que tenía que andar por la casa con mucho cuidado.


Durante la noche, se escuchó un ruido, la ratonera había sido accionada. La mujer salió corriendo a ver quién había caído en la trampa. Pero como estaba oscuro, no vio que la trampa había dado contra la cola de una serpiente venenosa. La serpiente mordió a la mujer y el granjero tuvo que llevarla al hospital.


Después de 3 días en el hospital, la mujer regresó a casa. Tenía fiebre y el granjero decidió hacerle una sopa. Para esto, mató el pollo e hizo un sabroso caldo.


La mujer no mejoraba y los vecinos fueron a visitarla para ver cómo estaba. El granjero salió y mató al cordero para alimentar a los invitados.


Finalmente, la mujer murió y para pagar el funeral, el granjero vendió la vaca.


Este cuento tiene el propósito de enseñarnos que siempre debemos estar dispuestos a ayudar a nuestro prójimo, y que situaciones, que al principio no nos afectan directamente, pueden finalmente afectarnos de manera importante más adelante.

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Un anciano sabio

Se dice que un joven se encuentra con un anciano, sentado en el banco de un parque. Se acerca y dice:

– “Profesor, ¿se acuerda de mí?”

Ese anciano mira al joven y le dice:

– “No, te confieso que no, mi joven”.

– “Fui tu alumno y hoy también soy maestro, gracias a ti, que me inspiraste a ser maestro”.

El anciano, sorprendido por la declaración del joven, preguntó:

– “¿En serio? ¿Y qué hice yo para tener tal impacto en tu vida?”

El joven cuenta entonces que, un día, le robó el reloj a uno de sus compañeros. Tenía muchas ganas de tener ese reloj y vio, en cierto momento, la oportunidad de llevárselo, sin que nadie lo viera.


Sin embargo, el estudiante al que le robaron el reloj pronto se dio cuenta y le dijo a su maestro, quien era exactamente ese anciano. El maestro cerró la puerta del salón y les dijo a todos que se pusieran de pie. También dio la orden de que todos mantuvieran los ojos cerrados, ya que él buscaría el reloj. Y así lo hizo. Uno por uno, revisó los bolsillos y mochilas de todos los estudiantes, hasta que en algún momento lo encontró.


– “Profesor, usted encontró el reloj en mi bolsillo, pero aun así, siguió mirando a todos los demás estudiantes, para al final, decir que el reloj había sido encontrado, sin que nadie supiera donde. Pero no me delató, ni ese día, ni ningún otro día después de ese. En ese día, usted salvó mi dignidad y entendí cuál era el papel de un maestro”.


El anciano entonces, admirado por el informe, dijo:

– “Sí, recuerdo bien ese día, fue un día muy interesante”.


Pero el joven todavía tenía una duda que resolver con su antiguo maestro. Y pregunto:

– “Pero profesor, siempre me dio curiosidad el hecho de que usted nunca me llamó para hablar del tema, para regañarme por lo que había hecho. Tampoco me trató diferente después de ese día. Era como si nada hubiera pasado. ¿Cómo hizo para fingir que no había pasado nada?”


Entonces el anciano sonrió y dijo:

– “Porque no sabía que eras tú. Mientras revisaba a los estudiantes, también mantuve mis ojos cerrados”.


Que gran lección la que nos da este maestro. Para no contaminar su propio corazón contra un estudiante, optó por mantener los ojos cerrados. Y de la misma manera, necesitamos aprender a no contaminar nuestros pensamientos contra las personas con las que convivimos. Y no se trata de hacer la “vista gorda” ante sus errores, sino de no permitir que nuestro corazón se contamine, al punto de cambiar nuestro comportamiento hacia ellos. Todas las personas tenemos sus fallas, defectos o algún comportamiento que no nos va a gustar. Y si permitimos que estos defectos condicionen nuestra actitud hacia ellos, las relaciones pueden verse afectadas y de esta forma no impactamos en la vida del otro, como pudo hacerlo este maestro.

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El zorro

Se dice que un zorro cayó en un pozo y quedó atrapado, sin poder trepar. Esperó durante horas, hasta que una cabra sedienta llegó al pozo. Al ver al zorro, la cabra preguntó si el agua del pozo era buena para beber. El zorro, contento con la llegada de la cabra, dijo que sí e invitó a la cabra a bajar.


Pensando solo en su deseo de agua, la cabra descendió de inmediato. Después de saciar su sed, la cabra se dio cuenta de que, al igual que el zorro, estaba atrapada dentro del pozo. Entonces el zorro tuvo una idea:

– “Cabra, si pones tus patas en la pared e inclinas tus cuernos, puedo trepar por tu espalda, agarrar tus cuernos y saltar del pozo. Luego te sacaré”.


La cabra aceptó de inmediato la propuesta del zorro y se apoyó con sus patas delanteras en la pared del pozo. Para que el zorro pueda subirse a su espalda y saltar fuera del pozo. Pero el zorro no cumplió su pacto y dejó a la cabra atrapada dentro del pozo. La cabra se quejó a gran voz de la actitud del zorro y este volvió al pozo, solo para decir:

– “Si tuvieras tantos sesos en la cabeza como pelos en la barba, no habrías bajado antes de encontrar la manera de subir”.


Este cuento enseña que un hombre prudente primero debe considerar el fin de sus acciones antes de ponerlas en práctica.

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El repartidor

Se dice que cierto joven trabajaba duro para mantener a su familia, como repartidor de comida rápida. No tenía moto, así que hacía todas sus entregas en bicicleta. Un día, hizo una entrega en una casa que estaba en lo alto de una colina. Con mucho esfuerzo, pedaleó su bicicleta y llegó a la casa para la entrega. El dueño de la casa no pudo evitar notar, lo cansado y sin aliento que estaba el joven y observó que el joven había subido el cerro en su bicicleta. Ese hombre sintió gran compasión por el joven y decidió obsequiarle una motocicleta.


Ese joven estaba radiante. Con la moto, podría hacer más entregas en un solo día y sus ingresos aumentarían. Además, no estaría tan cansado al final del día. Luego, un amigo que estaba sin trabajo, le pidió al joven que le regalara su vieja bicicleta, para que pudiera conseguir trabajo, también como repartidor de comida rápida. Pero el joven se negó a regalar la bicicleta y dijo que solo la vendería y por un precio poco atractivo.


Sin embargo, lo que el joven no sabía era que el hombre que le estaba dando la motocicleta era el que estaba detrás de la solicitud de su amigo. Este hombre quería probar el corazón del joven, para ver si extendía la bendición recibida a otros. Y cuando no lo hizo, ese hombre dio un paso atrás en su donación, e ya no regalo más la motocicleta al joven. Pero, no sin antes darle una gran lección al joven:

– “Es para bendecir que somos bendecidos”.

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El avión

Se dice que el empleado de limpieza de una aerolínea estaba limpiando dentro de la cabina de un avión. Encontró un manual que decía en su portada: “Cómo volar un avión para principiantes”. Curioso, abrió la primera página y decía:

– “Para arrancar el motor, presione el botón rojo”.

Y así lo hizo. Presionó el botón rojo y el motor arrancó.

Emocionado, decidió leer la segunda página:

– “Para que el avión se mueva, presione el botón azul”.

Presionó el botón azul y el avión comenzó a moverse, a gran velocidad.

Ese hombre siempre había soñado con volar, así que rápidamente abrió la tercera página:

– “Para que el avión vuele, presiona el botón verde”.

Presionó el botón verde y el avión despegó. Aquel hombre estaba volando y no podía creer lo fácil que había sido. Pasó unos minutos disfrutando de su vuelo, cuando pensó que ya era hora de aterrizar.

Luego abrió la cuarta página del libro, que decía:

– “Para aterrizar el avión, compre nuestro volumen 2”.

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El rey

Se dice que había un rey, que era analfabeto, pero era el más sabio de todos los reyes. Ningún otro rey era tan sabio como él. Y su sabiduría era grande, a causa de un secreto: la lectura de muchos libros. Pero, ¿cómo podía ese rey leer tantos libros si era analfabeto? El rey contaba con un selecto grupo de lectores, a los que llamaba “los ojos del rey“. Los lectores llamados “los ojos del rey”, eran los encargados de leer los libros, y llevar al rey los conocimientos adquiridos en cada libro. El rey exigía, sin embargo, que solo se le transmitiera el conocimiento más profundo del libro, resumido en pocas palabras. Así, cada día, se nutría de conocimientos y sabiduría en las más distintas áreas, en cada breve resumen, de los mayores conocimientos adquiridos en los libros.


Un día, fue pedido a uno de los miembros del grupo “Ojos del Rey” que leyera la Biblia. Después de leer toda la Biblia, ese hombre se paró ante el rey y resumió la Biblia así:


– “Su Majestad, este libro dice que el rey fue creado por Dios, pero por su pecado, se apartó de Él y merece la muerte. Pero un hombre justo y santo llamado Jesús murió en su lugar. Este Jesús, sin embargo, después de 3 días, resucitó venciendo a la muerte. Y si majestad lo acepta como Señor y Salvador, tendrá vida eterna.”


Este informe inquietó al rey. ¿Podría ser verdad? En algún momento dudó de los “ojos del rey” y pensó: “Necesito ver esto con mis propios ojos”. Y decidió que era hora de aprender a leer. Durante 1 año completo, estudió para aprender a leer y así poder leer la Biblia con sus propios ojos.


Tan pronto como aprendió a leer, ese rey comenzó a leer la Biblia todos los días. Hasta que un día llega al encuentro de Tomás con Jesús, donde el maestro le dice: “Tú crees porque me has visto; benditos son los que creen sin verme“. Y se dio cuenta, no necesitaba verlo para creer. Y que en efecto, desde el primer día que los “ojos del rey” trajeron el resumen de la Biblia, en su corazón, ya había creído en Dios.


Ese rey se arrepintió de sus pecados, entregó su vida a Cristo y con la lectura diaria de la palabra de Dios, llegó a ser hasta 100 veces más sabio de lo que ya era.

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Paciencia

Se dice que cierto hombre era conocido por su falta de paciencia. Siempre estaba apurado e impaciente con todo lo que le rodeaba. Un día, entró en un supermercado y decidió comprar un paquete de galletas. Abrió el paquete y para su sorpresa todas las galletas estaban rotas.


Molesto, el hombre fue al gerente del supermercado a quejarse. El dice:

– “¡Estas galletas están todas rotas! ¡Esto es absurdo! ¡Quiero un paquete completo de galletas!”

El gerente, con una sonrisa tranquila, respondió:

– “Lamento las molestias, señor. Entiendo su frustración. Pero, tal vez no miró detenidamente el empaque, estas galletas se llaman ‘galletas de paciencia'”.

Confundido, el hombre preguntó:

– “¿Galletas de paciencia? ¿Qué significa eso?”

El gerente explicó:

– “Bueno, la idea es que tienes que ser paciente cuando las comes. Si puedes disfrutar de las galletas, incluso si están rotas, aprendes a apreciar cada bocado y practicas la paciencia”.


El hombre quedó desconcertado por la respuesta del gerente y, después de reflexionar un poco, se echó a reír. Entendió que estaba siendo impaciente y quejándose de algo totalmente insignificante.

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¡Solución mágica!

Se dice que un hombre estaba extremadamente endeudado y su teléfono solía sonar constantemente, y los cobradores insistían en cobrar el dinero que debía. Ya estaba cansado de este tormento diario. Un día, recibió un mensaje muy sospechoso, ofreciéndole una solución mágica a sus problemas financieros. El mensaje decía:

– “¡Solución mágica! ¡Pague todas sus deudas en un instante! Simplemente envíe $100 USD a este número de cuenta y sus deudas desaparecerán”.


El hombre, desesperado y un poco escéptico, decidió arriesgarse. Reunió todo el dinero que tenía e hizo la transferencia al número indicado. Al día siguiente se despertó y sintió una gran sensación de alivio. Su teléfono no sonó ni una vez en todo el día. Y pensó:

– “Funcionó, estoy libre de deudas”.


Radiante, el hombre contó todo lo sucedido a un amigo.

Su amigo lo miró sorprendido y dijo:

– “¡Amigo, caíste en una estafa! Fíjate bien, hoy no recibiste ninguna llamada porque te cortaron el teléfono, por falta de pago”.

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Monedas

Se dice que un hombre estaba buscando algo valioso en su casa y encontró una vieja alcancía en su ático. Eran monedas heredadas de su abuela, que en su infancia, guardo con cariño en aquella alcancía. Emocionado, la abrió y la encontró llena de monedas antiguas. Luego pensó:

– “¡Seguramente, esas monedas deben valer una fortuna!”

Entonces corrió a un numismático, un experto en monedas, para evaluar su preciado hallazgo. El numismático examinó cuidadosamente cada moneda y dijo:

– “Lo siento, pero estas monedas no tienen mucho valor. Son viejas si, pero no muy raras”.

Decepcionado, el hombre preguntó:

– “Entonces, ¿cuál es el valor total de estas monedas?”

El numismático hizo algunos cálculos y respondió:

– “Bueno, si las vendes en una subasta, podrías obtener 100 o 200 dólares”.

El hombre se sorprendió y dijo:

– “¿Tan poco? Esperaba al menos 5000, 10000 o hasta más”.

El numismático sonrió y dijo:

– “Amigo mío, a veces el verdadero valor de las cosas radica en su historia y los recuerdos que traen, no en su valor monetario”.


Cuando escuchó las palabras del numismático, inmediatamente recordó a su abuela, y cuánto se había divertido con estas monedas durante su infancia. También recordó a su hermano, con quien jugaba con estas mismas monedas, y que había muerto 3 años antes. Se dio cuenta de que sí, esas monedas tenían un gran valor sentimental.

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Rapidez

Se dice que dos amigos viajaban juntos en un safari en África, cuando de repente se encontraron con un león. Ambos estaban paralizados por el miedo cuando uno de ellos se agachó y comenzó a atarse los cordones de los zapatos. Entonces, el amigo, burlándose de la actitud de su compañero, preguntó:

– “¿Crees que solo atándote los cordones de los zapatos puedes correr más rápido que un león?”

A lo que el amigo respondió:

– “No necesito ser más rápido que el león. ¡Solo necesito ser más rápido que tú!”


No pocas veces somos este amigo, que se ató los cordones de los zapatos. Ante una dificultad, simplemente buscamos la manera de deshacernos del problema, sin importarnos si alguien sale perjudicado. Pero la Biblia condena esta actitud. En 1ª Corintios 10:24, la palabra nos dice: “Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo”. Y más aún cuando hablamos de un amigo.


Un amigo es alguien con quien elegimos caminar. A diferencia de nuestros padres o hermanos, que ya vienen en el “paquete” cuando nacemos, a un amigo lo podemos elegir. Y por supuesto, también necesitamos ser elegidos por él. Pero cuando se produce este “match”, esta coincidencia de elecciones, nacen grandes amistades.

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Dios y el paracaídas

Se dice que un pastor predicaba acerca de confiar en que Dios estará con nosotros en todas y cada una de las situaciones. Y para dar un ejemplo, hizo la siguiente ilustración:

– “Necesitamos confiar en Dios como confiamos en un paracaídas. Saltamos, confiando en que él se abrirá y nos sostendrá durante la caída”.

Entonces un hermano preguntó:

– “Pastor, ¿y qué pasa si mi paracaídas no se abre?”

El pastor pensó unos segundos y respondió:

– “En ese caso, puedes seguir confiando en que Dios te espera con los brazos abiertos”.


Toda la congregación se puso a reír.


Saltar en paracaídas es un ejemplo interesante de lo que es la fe. Saltamos porque tenemos fe que el paracaídas se abrirá. Él está ahí, dentro de la mochila y esperamos que esté correctamente doblado y que al activarse, se abra como se espera. Pero aún más grande, sería tener suficiente fe para saltar sin un paracaídas, simplemente creyendo que en el momento adecuado, Dios enviará la liberación.

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Dos monjes

Se dice que dos monjes viajaban a pie, y estaban cruzando un río, cuando se encontraron con una mujer joven y hermosa, que también quería cruzar el río, pero tenía miedo. Entonces, uno de los monjes la permitió subirse a sus hombros y así la llevó al otro lado del río.


El otro monje estaba furioso. Su religión no permitía que un hombre tocara a una mujer, y su amigo monje no solo la tocó, sino que la cargó sobre sus hombros. Este monje estaba hirviendo por dentro, pero no dijo una sola palabra en todo el camino.


Llegando cerca del monasterio, el monje que estaba irritado finalmente dijo:


– “Tendré que decírselo a nuestro maestro. Está prohibido”.

– “¿De qué hablas? ¿Qué está prohibido?”, cuestionó el monje.

– “¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros”, respondió.

-“Sí, la llevé. Pero la dejé, allá en el río, hace muchas leguas. Tú, en cambio, todavía la llevas contigo…”


A menudo somos como este monje enojado. Durante años, llevamos algún sentimiento en contra de alguien, que hizo algo que nos disgustó. Con eso, dejamos de disfrutar los momentos, de crecer y de avanzar, porque estamos estancados en una situación que debería haber quedado atrás hace mucho tiempo.


Decide hoy soltar el peso que has estado cargando contra esa persona que te lastimó. Sentimientos como la ira, la envidia, los celos o el resentimiento solo traen amargura, bloqueos e incluso enfermedad. Pero hoy mismo puedes ser libre, si entregas tu carga a Dios.

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Dos amigos

Se dice que unos dos amigos, estudiantes de derecho, habían pasado el fin de semana de fiesta y no estudiaron para un examen que tendrían el lunes por la mañana. Para no tener una nota baja en el examen, decidieron inventar una excusa para no rendirlo ese día. La prueba estaba programada para las 8 am, pero los dos estudiantes llegaron a la universidad recién a las 10 am, completamente cubiertos de grasa.


– “Nuestro carro tuvo un problema mecánico y nos tomó 2 horas arreglarlo, por lo que no pudimos llegar a tiempo”.


El profesor dijo que no había problema, que podían hacer el examen al día siguiente. Con eso, los dos alumnos estudiaron el resto del día del lunes, hasta altas horas de la noche, para presentar el examen el martes.


Al día siguiente, el maestro colocó a cada alumno en un rincón del salón y les entregó, una hoja con tan solo 3 preguntas:

– ¿En qué calle el carro tuvo un problema mecánico?

– ¿Cuál fue el problema identificado en el carro?

– ¿Cuál era la marca del carro?

Al final, una nota del profesor: “Sé que ninguno de los dos tiene carro. Pero si las respuestas de los dos están de acuerdo, les entregaré la prueba real. Los abogados, siempre trabajamos con la verdad”.

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El caballo

Se dice que un caballo estaba atado, e hacía todo lo posible para soltarse. Vino el diablo y lo soltó. El caballo se escapó y entró en una granja y comenzó a comer de los cultivos. El dueño de la granja tomó una escopeta y mató al caballo. Más tarde, el dueño del caballo llegó a la granja, también con una escopeta y mató al dueño de la granja. La esposa del granjero, para tomar venganza, con la escopeta de su difunto esposo mató al dueño del caballo. Entonces, el hijo del dueño del caballo, también quería venganza, y mató a la esposa del granjero. Los vecinos, al ver al joven matar a la mujer, se indignaron, mataron al joven y le prendieron fuego a su casa.


Luego, alguien le preguntó al diablo:

– “¿Por qué hiciste todo esto?”

Y el diablo respondió:

– “No hice nada. Yo solo solté al caballo”.

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"Las cosas no son siempre lo que parecen".

Dos ángeles que viajaban pararon a pasar la noche en el hogar de una familia rica.


La familia era grosera y rechazó la estancia de los ángeles en el cuarto de

huéspedes de la mansión.


En su lugar, los ángeles fueron hospedados en un espacio frío del sótano. Hicieron su

cama en el suelo duro, entonces, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó.


Cuando el ángel más joven le preguntó porqué lo hizo, el ángel viejo le contestó que

"las cosas no son siempre lo que parecen".


La noche siguiente, los ángeles se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el granjero y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir el poco alimento que tenían, los esposos dejaron dormir a los ángeles en la cama de ellos para que estuvieran cómodos el resto de la noche.


Cuando el sol salió a la mañana siguiente los ángeles encontraron al granjero y a su esposa hechos pedazos: su única vaca, de la cuál obtenían dinero por su leche, posaba muerta en el campo.


El ángel joven se enfureció y le preguntó al ángel viejo por qué permitió que esto sucediera. El primer hombre tenía todo y le ayudaste, la segunda familia tenía muy poco y estaban dispuestos a compartir todo y dejaste morir a su única vaca.


"Las cosas no siempre son lo que aparentan" le contestó el viejo ángel.


Cuando permanecíamos en el sótano de la mansión, noté que había oro en ese agujero de la pared. Puesto que el propietario era tan obsesionado, avaro y poco dispuesto a compartir su buena fortuna, sellé la pared para que él jamás lo encuentre.


Entonces, ayer en la noche cuando nos dormimos en la cama de los granjeros, el ángel de la muerte vino por su esposa. Le di la vaca en lugar de ella.


"Las cosas no son siempre lo que parecen".


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