Hay heridas que en lugar de abrirnos la piel nos abren los ojos. Cuando eso ocurre, no cabe otra opción más que coger los pedazos rotos de nuestra FELICIDAD perdida para recomponer la propia dignidad. Un amor propio necesario para seguir adelante con la cabeza alta
Tomar la decisión de marcharte o dejar ir a alguien que consideras importante en tu vida, puede ser una de las decisiones más difíciles que se pueda tomar
Cuando sentimos que no somos prioridad en la vida del otro, cuando vemos que todo viene a menos, que nuestras actitudes molestan, que se nos coloca en una posición de “si te gusta bien, y si no también”, muchas veces nos sentimos que no estamos contribuyendo en la felicidad del otro y mucho menos lo estamos haciendo con la nuestra.
Si sentimos que estamos dando lo mejor de nosotros y aun así no estamos siendo retribuidos de la misma manera, debemos replantearnos escenarios, resultará conveniente un triste, pero oportuno adiós, poniendo un tanto de lado los sentimientos y enfocándonos en lo que estamos recibiendo versus lo que nos gustaría conseguir en nuestra relación amorosa.
A veces aunque duela, lo más sano es decir adiós.
Las personas nos negamos muchas veces a ver las cosas tal y como son por diferentes razones: por temor a vernos a nosotros mismos y a descubrirnos, por miedo a tener que afrontar una verdad, por temor a la soledad, a no saber cómo reaccionar… Estas resistencias psicológicas son obstáculos mentales, mecanismos de defensa que alejan la felicidad.
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