Erase un hombre que había adquirido la costumbre de comer tierra. Un día
entró en una tienda para comprar azúcar.
El tendero, que no era un hombre honrado, usaba terrones de tierra para
pesar. Dijo a nuestro hombre:
"Este es el azúcar mejor de la ciudad, pero utilizo tierra para pesarlo."
El otro respondió:
"Lo que necesito es azúcar. ¡Poco me importa que los pesos de tu balanza
sean de tierra o de hierro!"
Y pensó para sí:
"Siendo un comedor de tierra, no podía uno caer mejor."
Se puso el tendero a preparar el azúcar y el hombre aprovechó para
comerse la tierra. El tendero notó su maniobra, pero se guardó mucho de decir
nada, pues pensaba:
"Este idiota se perjudica a sí mismo. Teme ser sorprendido, pero yo sólo
tengo un deseo: que coma el máximo de tierra posible. ¡Ya comprenderá cuando
vea lo poco de azúcar que quedará en la balanza!"
Experimentas un gran placer cometiendo adulterio con la vista, pero no te
das cuenta de que, al hacerlo, devoras tu propia carne.
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