El miedo a que esto ocurra, a «no ser un buen hijo» y decepcionar a tu familia, es uno de los principales motivos por el que miles de personas siguen atrapadas en una vida que odian.
Sin embargo, creo que nadie debería sacrificar su propia felicidad por contentar a otros, incluso si esos otros son sus padres
Un problema de expectativas
Tus padres ya tienen una serie de expectativas de ti incluso antes de que nazcas. Esperan que seas un cierto tipo de persona, que te comportes de una cierta manera y que te gusten unas ciertas cosas.
Esas expectativas varían de padres a padres, pero siempre tienen su origen en cuatro factores:
Su naturaleza. En general, tus padres van a esperar que seas como ellos. Si a ellos les gusta leer, esperarán que te guste la lectura. Si fueron buenos estudiantes, esperarán que saques buenas notas. Y si no beben alcohol, esperarán que tú tampoco lo bebas.
Su pasado. Además de ser como ellos, muchos padres querrán que hagas lo que ellos no pudieron hacer. Es una manera de vivir a través de ti lo que a ellos les hubiese gustado vivir. Por ejemplo, si tus padres no tuvieron la oportunidad de estudiar música, le darán mucha importancia a que tú vayas al conservatorio.
Su modelo del mundo. A lo largo de su vida, tus padres han ido creando su propio modelo de cómo funciona el mundo, e inconscientemente van a esperar que tú te comportes de acuerdo a ese modelo.
La sociedad. Todos los países y culturas esperan una serie de cosas de sus habitantes, y muchas veces la presión social hará que tus padres acaben trasladándote a ti esas expectativas externas. Por ejemplo, en algunos paises se espera que todos los niños inteligentes vayan a la universidad, porque es algo prestigioso y que se considera “lo mejor para su futuro”. Ahora bien, incluso si tus padres no están de acuerdo con esa afirmación, puede que quieran que estudies una carrera para que cuando los vecinos le pregunten a qué te dedicas no piensen que su hijo es menos que el resto.
El gran problema de estas expectativas es que no tienen en cuenta tu naturaleza, y suponen una pesada carga que tú no has elegido.
cada individuo es único.
Tu identidad es una combinación de tus genes, experiencias, conocimientos, valores y actitudes, y es diferente de la del resto de seres humanos.
Aunque tus padres te hayan educado y hayas heredado algunos de sus genes, no sos un clon.
Tú eres tú, y tus padres son tus padres, y por eso van a ser diferentes, nos van a gustar cosas diferentes, y vas a comportarte de forma diferente ante una misma situación.
Las expectativas que tus padres tienen de ti representan lo que ellos quieren que seas y hagas, pero ignoran completamente tu esencia y lo que tú quieres ser o hacer.
Por eso, siempre existirá un conflicto entre tus intereses y los de tus progenitores.
Tarde o temprano te verás en una situación en la que tu naturaleza te dirá que hagas una cosa y tus padres esperarán que hagas otra. Y tendrás que elegir entre ambas opciones. Es inevitable.
Estás en tu derecho
El miedo a decepcionar a nuestros padres está íntimamente relacionado con el sentimiento de culpa.
Muchas veces preferimos hacer lo que nuestros progenitores esperan de nosotros, aún a sabiendas de que no nos hará felices, sólo porque no queremos ser unos «malos hijos» o unos «egoístas».
Renunciamos a nuestra naturaleza, a nuestro verdadero yo, porque consideramos nuestros deseos indignos o inadecuados.
Hazte económicamente independiente
Mientras dependas económicamente de tus padres no podrás tomar tus propias decisiones. Como ellos pagan, ellos mandan, y no te quedará más remedio que agachar la cabeza y hacer lo que te digan.
Convence con hechos, no con palabras
Tus padres te quieren mucho, y es normal que se preocupen por ti si les presentas un plan incierto y sin garantías. Sin embargo, si les demuestras con hechos objetivos que vas en serio y que lo que tienes en mente puede funcionar, se sentirán mucho más tranquilos y puede que incluso te apoyen.
Presenta tu decisión de la mejor manera posible
Si eres capaz de comunicar tus intenciones de una manera educada, empática y persuasiva, la reacción de tu interlocutor será mucho más positiva, y puede que incluso te apoye con tus planes.
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