LOS BUENOS MODALES
La cuestión de la enseñanza de los buenos modales es delicada en general. Si uno se preocupa por obtener solamente la forma exterior de la cortesía, meras palabras o frases como 'por favor', 'gracias', 'perdon' y otras, no es difícil formar el hábito, aun recurriendo al trato exigente y a los castigos. Pero tramitada de tal manera la urbanidad, carecería de todo valor, al menos para la mayoría de nosotros.
Lo principal en estas expresiones convencionales del buen trato es que indiquen un deseo real de agradar al interlocutor y creen un clima de espontánea deferencia y amabilidad. Una vez que se haya inculcado tal actitud en la mente de la niña o niño, puede dejarse el resto a la naturaleza de la expresión. Ese sentimiento o actitud mental, siempre que sea auténtico, acompañará al niño toda su vida, asegurándole gratas relaciones sociales dondequiera que vaya. La factura formal de las palabras, a menos que éstas surjan de una amabilidad arraigada en la mente del niño, durará tan sólo el tiempo que estemos nosotros presentes.
Pero una tal actitud mental no podrá arraigar en el niño mediante la mera repetición de palabras. Es cuestión, en cambio, de formación natural, y ésta se cultiva en terreno abonado por nuestra propia amabilidad y deferencia. Surgirá naturalmente de la experiencia vital real de los niños, en virtud de la amabilidad y deferencia que le muestren los adultos que los rodean.
Si NOSOTROS nos portamos invariablemente corteses y atentos, tratando al niño como PERSONA, con todo el respeto personal debido a un adulto, sería verdaderamente muy extraño que el niño no respondiera con igual cortesía.
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