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Síndrome del niño emperador.



 Síndrome del niño emperador.


ORIGEN:

Es un trastorno que afecta a los niños y se denomina Trastorno de oposición desafiante (TOD).
El llamado síndrome del emperador o tirano, recibe su nombre precisamente de los emperadores de la antigua Roma, que se consideraban a sí mismos como dioses en la tierra. Tenían el poder de decidir quien vivía o moría solo con un movimiento de pulgar. Sus deseos debían ser respetados y llevados a cabo con celeridad.


¿ QUÉ ES?

El síndrome del niño tirano o síndrome del emperador, se conoce como el conjunto de conductas disfuncionales, egoístas, caprichosas y despóticas que presentan algunos niños hacia aquellas figuras que suponen una autoridad para ellos.



CAUSAS

Dar privilegios desmesurados a un niño sin ningún tipo de condición es la primera de ellas.
Consentir agresiones verbales o físicas del niño cuando algo no se le consiente es otra de ella.
Los expertos también señalan causas de origen psicosocial: el cambio de modelo laboral se caracteriza por el poco tiempo de calidad que los padres pueden dedicar a sus hijos. Tener poco tiempo para ellos hace que muchos padres se sientan culpables y tienda a consentir a sus hijos.
Por último los psicólogos señalan a la falta de hábitos familiares afectivos, como el juego o las actividades en familia. Esto hace más proclives a los hijos a desarrollar conductas autoritarias.



CARACTERÍSTICAS 


Un niño agresivo o explosivo se encuentra en un estado de alerta constante en el que casi todo lo puede percibir como amenazante.

 Es decir, cualquier momento es motivo para explotar y atacar debido a que perciben al otro como enemigo. El más fuerte es quien tiene la razón en este caso.

Uno de los elementos más importantes para que estos niños controlen esa agresividad es aprender a NO interpretar como hostiles señales que no lo son.

Si un niño le empuja, en lugar de pensar que ha sido sin querer o que ambos han sufrido por el hecho, sienten que es un acto de agresión que han recibido, por eso responden con violencia. Es de vital importancia que aprenda a poner nombres a sus emociones, y darle recursos para controlar su enfado.

No es de extrañar que un niño exteriorice su agresividad de forma constante si se le educa en un ambiente agresivo, en el que imperan los gritos.  El niño verá como algo normal ese tipo de comunicación, ya que es lo que ve habitualmente en su casa: La ley del más fuerte.

Se hará con el poder de la casa, y tratará de dominar a sus compañeros y hermanos con tal de no ser él quien se lleve la peor parte.

En algunas ocasiones, es verdad que han sido niños que se les ha tratado de educar desde los límites con afecto, en cambio, se encuentran con un hijo que choca con los valores y la educación inculcada. En este caso, un psicólogo debería hacer una evaluación psicológica al infante para ver qué es lo que le puede estar pasando a nivel emocional para que se comporte de esta manera. Lo que está claro es que algo falla.

Como decía, un niño que recibe gritos, bofetadas, malas contestaciones, incluso agresión psicológica aprende a ser así, agresivo. Sus padres son su modelo a seguir, “si ellos lo hacen será que no está tan mal”.


Exigen demasiado de los demás.

Egocentrismo: tienden a creer que todo gira en torno a ellos y a sus necesidades.

 Poca tolerancia a la frustración: desencadenada principalmente por no obtener lo que desean de forma inmediata, expresándose a través de ataques de ira, rabieta, insulto y/o violencia.

Escasos recursos para la resolución de conflictos o afrontar experiencias negativas.

Tienden a justificar sus conductas, culpan a los demás y esperan que otros resuelvan sus problemas.

Carecen de empatía, no logran ver cómo sus acciones afectan a otros, además de que les cuesta trabajo sentir culpa o remordimiento.

Discuten las normas y/o castigos con sus padres, luego usan el sentimiento de culpa infringido para obtener ventajas.

Suelen utilizar la manipulación para obtener lo que desean.

Les cuesta trabajo adaptarse a las situaciones fuera del contexto familiar, principalmente por la dificultad que tienen en cuanto al sometimiento a las figuras de autoridad.

Regularmente se encuentran enojados, tristes o ansiosos, tienden a tener baja autoestima.

Incapacidad para aprender de errores pasados y de los castigos por sus conductas, repitiendo éstas una y otra vez.



QUE HACER?


 Establecer reglas y normas claras dentro de la estructura familiar.
Ser coherentes, que ambos padres estén de acuerdo en los arreglos que se toman.

Involucrar al niño en algunas actividades propias de su edad, que pueda ir teniendo algunas responsabilidades dentro del hogar.

No ceder ante los berrinches o caprichos, no posicionarse al mismo nivel del niño. Demostrar autocontrol y autoridad.

 Recompensar aquellas conductas que han sido correctas.

Buscar mayor cercanía y forjar una mejor relación con los hijos.



TRATAMIENTO:


El síndrome del niño emperador o tirano puede tratarse desde un punto de vista educativo y psicológico. Siempre es recomendable ponerse en manos de un profesional de la psicología, especialista en psicología infantil y dinámica familiar, cuando el niño presenta unas conductas desafiantes y violentas que pueden llegar a arrastrar a la edad adulta.


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